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Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

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miércoles, septiembre 06, 2017

Aunque el empleo ideal no existe, puede tener estos trabajos "perfectos"

Ben Southall desempeñó durante tres años el considerado mejor trabajo del mundo: vigilante de una isla paradisíaca en el archipiélago de la Gran Barrera de Coral, en Australia. Pero no todo terminó según lo esperado: trabajó más de lo que pensaba, dejó la relación con su novia y le picó una medusa cuya picadura es la más dolorosa del mundo. Expansión

Cada año aparecen varias clasificaciones de los mejores trabajos del mundo, y ya hay una nueva. El trabajo ideal no existe, pero siempre se buscan salidas para llegar a la felicidad profesional.

Algunos empleos dan la sensación de ser de ensueño. Según la última selección publicada por Business Insider, estos son las ocupaciones que parecen demasiado buenas para ser verdad:

  • Científico de chocolate: en 2014, la Universidad de Cambridge anunció una vacante para este puesto. El empleo consistía en encontrar un modo de hacer que el chocolate se mantuviese sólido y delicioso en lugares calurosos. Trabajar con chocolate parece apetecible pero no todo sería diversión, puesto que el proyecto formaba parte de un programa de doctorado y el acceso a Cambridge no resulta precisamente sencillo.
  • Probador de cerveza: el Museo Nacional de Historia de Estados Unidos publicó en 2016 una oferta bajo esta denominación. El elegido debía recorrer Estados Unidos durante tres años catando diferentes cervezas para encontrar las de mejor calidad. El sueldo, además, no era desdeñable: más de 54.000 euros al año (64.000 dólares anuales). El único requisito para acceder era ser historiador profesional con experiencia en la investigación académica.
  • Maestro constructor de Lego: si quiere alcanzar este estatus debe empezar a practicar cuanto antes, porque se trata de un grupo muy selecto que no supera los 40 integrantes en todo el mundo. Los candidatos que superan el exigente proceso y consiguen el título de maestro se encargan de crear modelos espectaculares y construir los escenarios de los parques temáticos de Lego.
  • Propietario de un café de gatos: estos establecimientos están teniendo un éxito enorme en Japón. Los clientes acuden allí a tomar una taza de café mientras observan y juegan con los gatos residentes.
  • Monitor de surf para perros: de todos los trucos que los perros pueden aprender, uno de los más curiosos es el de coger olas. Algunos monitores ofrecen clases para ellos y sus dueños, mientras que otros sólo enseñan a los perros.
  • Espectador profesional de TV: parece el modo definitivo de pasar horas delante de la televisión sin sentirse culpable por ello. Algunos programas e informativos los contratan para seguir a la competencia y extraer los clips más interesantes para su uso.
  • Cuidador de pandas: el Centro de Protección e Investigación sobre el Panda Gigante de Sichuan (China) anunció en 2014 que buscaba un "canguro" para sus cachorros de panda. Según la propia entidad, "el trabajo tiene una única misión: pasar 365 días con los pandas y compartir sus penas y alegrías".

Pese a todo, el trabajo perfecto no existe. Es una mala noticia pero hay que asumirlo para aspirar a la felicidad profesional. Está claro que uno no puede ser feliz para siempre en un puesto de trabajo si además no pone algo de su parte. De la misma forma que se puede llegar a adorar una tarea que antes parecía odiosa, es posible aborrecer un empleo que aparentaba ser perfecto. De hecho, esta es la demostración de que ser feliz con lo que se hace está al alcance de cada uno, ya que el único antídoto contra la rutina y el desgaste del tiempo es reinventar la propia profesión cíclicamente. Es ahí donde se encuentra la felicidad laboral: en la capacidad de conocerse a uno mismo para renovar y enriquecer el trabajo diario.

Igual que en las relaciones personales o las aficiones, con la repetición de las tareas conocidas se esfuma la sensación de novedad y aparece la rutina, pero este no es el único motivo que puede hacer que un profesional esté decepcionado con su trabajo. El grado de satisfacción de un empleado suele ser la suma de factores internos y externos: la relación con el jefe y los compañeros, las funciones que desempeña, las expectativas en cuanto al sueldo, la conciliación con la vida personal... La realidad de estas circunstancias puede hacer que se desvanezca el escenario imaginario de lo que sería un trabajo ideal.

Por lo general, las ocupaciones que generan más satisfacción son aquellas que implican un mayor grado de realización profesional, es decir, que aportan un valor alto. Muchas veces, existe un dilema entre elegir un buen sueldo en un empleo que no produce motivación o trabajar en algo que resulta placentero pese a que esté mal pagado. El salario influye, desde luego, pero no lo es todo: los expertos estiman que la motivación extra que proporciona un aumento de sueldo sólo dura tres meses y, según la mayoría de los estudios, el dinero no suele ser el principal factor motivador. De hecho, los valores que hacen más feliz a un trabajador son otros: el compromiso con la empresa, la flexibilidad en cuanto a tiempo o medios y las oportunidades de desarrollo y crecimiento profesional.

Aunque parezca utópico, no es necesario encontrar uno de esos empleos idílicos para alcanzar la felicidad laboral. Para ahorrarse frustraciones, es fundamental evitar las expectativas irreales y meditar qué es para uno mismo un buen trabajo, partiendo de un planteamiento positivo y teniendo en cuenta las propias capacidades. La clave para cambiar la percepción es encontrar los aspectos que le atraigan, centrarse en los beneficios que le aporta y priorizar su desarrollo individual y profesional sobre lo demás.

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